domingo, 24 de octubre de 2010

UNA ADVERTENCIA...

No hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia.
Romanos 3:22-24.
Marcos estaba trabajando sobre el andamio. Hacía sólo dos semanas que había empezado su aprendizaje. Tuvo que hacer su primer trabajo en una torre muy alta. De repente el capataz gritó: – ¡Salgan todos de ahí! Pero antes de que Marcos pudiera alcanzar un lugar seguro, la torre se desplomó. Tres días después hallaron su cadáver bajo una losa de siete toneladas. ¿Por qué tuvieron que morir de esta manera Marcos y otros tres obreros?

       Hace unos 2.000 años, en Jerusalén se derrumbó la torre de Siloé, matando a dieciocho personas. En aquel entonces el Señor Jesús, preguntó a sus oyentes: –“¿Pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?”. Él mismo dio la respuesta: “Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.

       Ante Dios todos los seres humanos, y no sólo los que son víctimas de un trágico destino, son pecadores que merecen el juicio divino. Todos necesitan la salvación que Dios ofrece a cada ser humano en virtud del sacrificio expiatorio en la cruz del Gólgota; deben arrepentirse de sus pecados, confesarlos sinceramente a Dios y creer en el Señor Jesús como su Salvador, de otra manera están perdidos.

       La muerte inesperada de algunas personas es una advertencia para nosotros. Nadie sabe de antemano cuál será el día de su muerte. Ésta puede llegar repentinamente. Entonces será demasiado tarde para convertirse. Hoy, mientras vivimos, debemos ponernos en regla con Dios.

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