domingo, 17 de octubre de 2010

QUE QUEDARA...

Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. (2 Timoteo 1:12.)
En la noche del 20 de abril de 1945, un conde enterró en el bosque de propiedad familiar, al norte de Berlín, su vajilla de plata y de porcelana. Esto ocurrió algunos días antes de que él, su madre y el personal de servicio, huyeran ante el avance del ejército rojo. Medio siglo más tarde, el conde pudo volver a encontrar su tesoro casi intacto, gracias a un croquis del lugar. En una subasta obtuvo una gran suma de dinero por su bien recuperado.

¡Qué feliz resultado para los propietarios! En cambio, muchas personas perdieron definitivamente sus bienes y tesoros: las riquezas terrenales son muy inseguras.

En el versículo del encabezamiento el apóstol Pablo habla de un depósito muy diferente que él entregó a Dios, confiando plenamente en que él lo guardaría. También está seguro de que en aquel día lo volverá a encontrar, ya puede alegrarse por ello.


¿Qué podía confiar a Dios un hombre como Pablo? Su vida y todo el trabajo de su vida. Él escribió estas palabras poco antes de su martirio, de modo que son muy significativas. Nadie puede subestimar semejante certeza.

Por eso nos atrevemos a preguntarle, querido lector: ¿Qué quedará de su vida cuando usted deba dejar este mundo? Los bienes y los honores terrenales no tienen valor en el más allá. Al aceptar al Señor Jesús como Salvador personal usted puede tener la seguridad de su salvación, del perdón de sus pecados. ¡Qué alegría poder partir de esta tierra con esta certeza!

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