domingo, 13 de febrero de 2011

AMOR...

Las casas de los japoneses tienen, normalmente, un espacio hueco entre las paredes de madera.Mientras el dueño echaba abajo los muros de su casa, se dio cuenta de que allí había una lagartija inmóvil, porque un clavo, desde fuera, le había atravesado una de sus patitas y la había hecho permanecer fija en la pared.

El dueño de la casa, viendo esto, sintió, al mismo tiempo, piedad y curiosidad. Cuando estudió el clavo, quedó pensativo… El clavo había sido clavado hacía diez años, cuando la casa fue construìda.¿Qué habría ocurrido entonces?

Pareciera que ¡La lagartija había sobrevivido en esa posición durante diez años! ¡En un oscuro muro en esa posición durante diez años sin moverse! ¡Es imposible, inimaginable! Entonces, aquella persona se preguntó cómo esta lagartija habría podido sobrevivir durante diez años sin dar un solo paso si desde entonces su patita estaba clavada allí.

Así que, paró de trabajar y observó a la lagartija, preguntándose qué podría haber hecho, y cómo ella habría conseguido alimentarse. Más tarde, sin saber de dónde venía, apareció otra lagartija, con alimento en su boca.

¡¡Ahhh!! Quedó aturdido y emocionado al mismo tiempo. ¡Otra lagartija había estado alimentando durante diez años a la lagartija que permanecía clavada en la pared…! ¡Tanto amor, un amor tan precioso! Tanto amor ha tenido esta pequeña criatura… ¿Qué no puede lograr el amor? ¡Puede hacer maravillas! ¡El amor puede hacer milagros!

En ese mismo instante, cayó en cuenta; una lagartija fue alimentada por otra, incansablemente, durante diez largos años, sin perder la esperanza en su compañera. Si una criatura tan pequeña como una lagartija puede amar así… ¡Se imagina cómo podemos nosotros amar si lo intentamos!!

A VECES SENTIMOS QUE LO QUE HACEMOS ES UNA GOTA EN EL MAR, PERO EL MAR SERIA MENOS SI LE FALTARA ESA GOTA”.

Dijo David: ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán? 2 Samuel 9:1

Oh Señor, por amor de tu siervo y según tu corazón, has hecho toda esta grandeza, para hacer notorias todas tus grandezas. 2 Cronicas 17:19

TEMORES...


Cierto día caminaba por una de las más frecuentadas calles de mi ciudad cuando vi ante mí una gran escalera apoyada contra un muro. Noté que por lo menos una de cada dos personas vacilaba en el momento de pasar bajo la escalera. Se detenía algo incómoda, y luego, con aire decidido, bajaba del andén para rodear el maléfico instrumento. De repente recordé el temor supersticioso ligado al hecho de pasar debajo de una escalera…

       La mayoría de los seres humanos no son libres. Tienen temores, sean lógicos o no. A pesar de los adelantos de la ciencia y de sus proezas técnicas, llama la atención ver cómo aun personas muy cultas tienen tendencias supersticiosas. El ser humano tiene en sí ese miedo intrínseco, miedo del porvenir, de la enfermedad, del duelo, de la muerte, de lo desconocido, de poderes ocultos… Incluso los creyentes pueden ser presa del temor, temor al otro, temor a no cumplir con su responsabilidad…

       El temor paraliza y aplasta. Es como el moho, que se desarrolla más fácilmente en la oscuridad. Por eso lo esencial es colocar nuestros temores a la luz de la victoria de Cristo y examinarlos bajo su claridad. Porque el que murió es el Vencedor; resucitó y fue exaltado hasta lo sumo en la gloria de las alturas. Nada escapa a su poder. Está muy cerca de nosotros y nos dice: No temas, como lo dijo tantas veces a sus discípulos mientras estaba con ellos en la tierra.

       Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo dijo Jesús
(Mateo 28:20).